Hoy nos toca la tercera entrada de la serie de relatos previa a mi novela "Crónica del Incendio". "Antes del Incendio" es una serie de cinco relatos protagonizados por cinco de los personajes de la historia. Todos tienen lugar antes de los eventos que se narran en "Crónica del Incendio"; este en concreto tiene lugar once meses antes de que empiece el libro. Como quizá recordaréis si habéis leído la sinopsis, Willow es uno de los dos personajes principales de la novela... y una de los favoritos de todos mis lectores beta. También es el personaje más complejo y con más capas.
La ilustración, como siempre, viene de la mano de Jota Ilustrador y es exactamente como imaginaba a mi chica guerrera. Y el gallego es cortesía de mi queridísima Lia, porque como hubiera dependido de mí Neira hubiera sido un desastre. Dadle las gracias por habernos salvado a todos de un horror estereotipado.
¡Espero que os guste!
Willow Wannamaker
Vinland
La nieve cubre cada centímetro de la ladera de la
montaña. Incluso de noche puedo ver perfectamente sin necesidad de pyro, porque
el blanco refleja la luz de las pequeñas linternas portátiles que hemos
colocado a nuestro alrededor. Borya, el único vinlandés del grupo, construyó un
par de parapetos de nieve para que la luz no fuera muy visible desde el pueblo.
De cualquier modo, el cielo está inusualmente despejado, así que la nieve
refleja también la luz de las estrellas. Cada vez que las miro danzan en el
cielo, formando estelas que me recuerdan a los neones de Paradise City.
A Warren.
Le lanzo una mirada aviesa al comunicador, que
lleva horas en silencio. Zasha se ha ido al pueblo con la mayor parte de
nuestra banda. Nos ha dejado a Neira y a mí aquí, esperando por si necesitan
refuerzos o que les saquemos de una mala situación. Puedo ver las luces del
pueblo, al pie de la ladera helada. El viento sacude el lugar entero como si
quisiera tirar abajo la montaña. Juro que daría cualquier cosa por estar ahí
abajo con Zasha y el resto, peleando. Al menos así entraría en calor.
–Puto frío –mascullo entre dientes y la carcajada
de Neira me llega desde algún punto a mis espaldas.
–Coitadiña –se
mofa, y aunque no entiendo qué djinns ha dicho la burla está implícita en su
tono de voz.
–No me hables en nóvense –resoplo, mientras Neira
vuelve a reírse–, ¿o quieres que empiece a darte órdenes en paradisíaco?
–No es novense, Wannamaker –replica mientras salta
al suelo desde el parapeto en el que estaba encaramada–. Y por mucho que Zasha
diga que eres la segunda al mando, eso es algo que tienes que ganarte.
–Como si yo quisiera algo de vosotros –escupo,
mientras cojo el comunicador de nuevo–. Zasha. ¿Lo tenéis ya o no?
Solo recibo estática como respuesta. No puedo ni
plantearme que a Zasha Záitsev, el único amigo que me queda sobre la faz de la
tierra, el jefe de mi banda de mercenarios, la persona que me ha traído a
luchar a Vinland, le haya pasado algo. Asumo que estarán intentando hacer alguna
operación retorcida de esas que ingenia Borya.
La verdad es que no tengo ni idea de qué va esta
guerra, ni me importa una mierda. Hace casi un año que Zasha me ofreció un
puesto en su banda, lo que significaba viajar a un lugar lejos de Paradise City
y de la posibilidad de acabar con la katana de Warren en las tripas. Eso era
todo lo que necesitaba saber. Eso, y que había una paga, claro. ¿Qué me importa
a mí si el gobierno es cruel o si los rebeldes sufrían bajo el yugo de nadie?
El que paga hace la ley, eso lo aprendí en las calles hace tiempo.
–¿Todos los outsiders
ponéis esa cara de asco cuando pensáis o eres tú sola?
–¿Todos los novenses tenéis diarrea verbal o eres
tú sola, Neira?
La rubia novense me responde con una risilla y
siento como se deja caer en la nieve a mi lado, sujetando su rifle de
francotiradora entre las manos. Podría decirle que Zasha le ha ordenado que
vigilase desde lo alto del parapeto y que no debería abandonar su puesto. Pero
ser jefe es el trabajo de Zasha, no el mío.
–Sabes, siempre me he hecho muchas preguntas sobre
los outsiders.
Le respondo con un gruñido molesto mientras
empiezo a frotarme las manos y echarme el aliento sobre ellas, tratando de
recuperar algo de sensibilidad en los dedos helados, pero sin mucho éxito.
–Todo eso de que maestro y aprendiz tengan que
matarse el uno al otro… es un poco melodramático, ¿no?– insiste.
Le lanzo la mejor de mis miradas asesinas sin
poder evitarlo.
–¿Qué djinns te ha contado Zasha?– escupo,
buscando mi látigo en mi cadera antes de darme cuenta de que está enrollado al
fondo de mi mochila, porque se supone que ya no soy una outsider y no debería usarlo.
Aunque el tatuaje sobre la ceja no va a
desaparecer así como así.
–Nada, nada –responde Neira alegremente, como si
no se diera cuenta de que estoy deseando cargármela–. Es curiosidad, pero
vamos, se ve que el dramatismo es requisito para entrar en el gremio. Qué pose
de asesina a sueldo…
Su forma de meterse conmigo me recuerda a Warren y
no puedo evitar una media sonrisa. En menos de un segundo, observo su postura y
la distancia con el hueco de salida en el parapeto y sonrío más ampliamente.
–¡Eh! –protesta Neira cuando le asesto un golpe
seco en la parte alta del brazo.
Resbala hacia atrás en la nieve mientras suelta el
rifle y sus dedos buscan algo a lo que agarrarse. La nieve se desmorona entre
sus dedos y abre los ojos muy ampliamente, casi con pánico, mientras se
precipita al vacío por el hueco.
La agarro por el tobillo justo antes de que
empiece a rodar ladera abajo.
–Qué merda tés! –me grita con rabia en ese maldito idioma que no hablo–. Mira merdeira, ou subes a corda, o xúrote que fago un caldo cos teus ósos…
–¿Te suelto entonces?
–Qué merda tés! –me grita con rabia en ese maldito idioma que no hablo–. Mira merdeira, ou subes a corda, o xúrote que fago un caldo cos teus ósos…
–¿Te suelto entonces?
Neira me mira en silencio, con un gesto que mezcla
el enfado con una chispa de diversión.
No debería cogerle cariño a esta gente. No debería
cogerle cariño a nadie.
La nieve en torno a Neira se vuelve luminiscente,
arrancando mil destellos al aire, envolviendo su figura despatarrada como un
velo de luz. Entrecerrando los ojos, aparto la vista de la escena y miro hacia
el interior del parapeto, donde el reflejo rojizo de las linternas portátiles
en la nieve me recuerda demasiado al filo de la katana de Warren.
Warren.
–¿Vas a subirme o no? –protesta Neira, y tiro de
ella bruscamente.
La rubia se queda un momento tendida boca arriba,
recuperando el aliento con expresión de desconcierto.
–Eres el bicho más raro que he visto nunca,
Wannamaker.
–Es por el prestigio –murmuro, con la vista aún
fija en los reflejos rojizos que me hacen pensar en Warren–. Por mantener el
equilibrio, también. Al principio los outsiders
no eran como ahora, había más de trece. Una mujer alzó a casi cien contra una
de las grandes corporaciones. Perdió, pero estuvo a punto de ganar. Desde
entonces nunca ha habido más de trece de nosotros a la vez, para que nunca
seamos tantos que pudiéramos destruir a una corporación.
Neira asiente, pensativa. Por lo que sé, pasó
parte de su adolescencia en Paradise City como mercenaria, así que las
corporaciones habrán sido su día a día. Hoy matas para Prometeo, mañana espías
para Nova. Grandes empresas que gobiernan Paradise City con mano de hierro, con
una remota apariencia de legalidad de cara a las otras ciudades-estado.
Basura criminal, nada más.
–Pero en mi mundo todo tiene que ver con el prestigio
–continúo, y realmente no estoy segura de si se lo estoy contando a Neira o
estoy… ¿qué estoy haciendo? –. Me llamas dramática, pero no entiendes que el miedo es
parte de lo que vendemos. Terror. “Enviaré a un outsider a por ti” es una amenaza efectiva porque la gente nos
teme. ¿Prefieres un tiro en la cabeza o que te dé latigazos con una cadena al
rojo vivo, que cada latigazo venga acompañado de una descarga eléctrica hasta
que mueras por las heridas o por un infarto?
–Recuérdame que no te cabree nunca, Wannamaker
–masculla Neira mirándome de reojo–. ¿Y qué tiene eso que ver con matar a los
aprendices?
–¿Qué te da más miedo, un tipo que cría a un
chaval desde su infancia y lo convierte en mercenario o el tipo que cría a ese
niño y lo mata sin piedad al llegar el momento en el que ya no le es útil?
–pregunto, poniendo los ojos en blanco–. Es un equilibrio delicado, porque un
aprendiz mediocre puede costarte la vida en una misión, pero uno excepcional…
–Ya –me interrumpe Neira–. ¿Quién carallo querría entrenar a alguien que
acabará matándote?
Warren.
–La cosa es si quieres un aprendiz de mierda que
pueda costarte la vida en una misión, o uno que te mantenga con vida hasta
poder hacerse con tu puesto –mascullo, mientras me fijo en que la luz de las
linternas comienza a desparramarse por la nieve como fuego líquido, alcanzando
el parapeto y los pies de Neira.
Brilla tanto que creo que me van a llorar los
ojos.
–Estáis como putas regaderas, Wannamaker –escupe
Neira, pero antes de que termine de hablar el pueblo al pie de la montaña se
ilumina súbitamente.
El sonido tarda aún unas milésimas de segundo en
llegar, pero entiendo que Zasha y los demás están teniendo problemas.
–Cona!
–exclama Neira, cogiendo su rifle y apartándose el pelo empapado de los ojos.
–Zasha –llamo por el comunicador, ignorándola–.
Zasha, ¿qué djinns ha pasado? ¿Qué hay ahí abajo?
Por el comunicador solo recibo estática, pero del
pueblo nos llega el inconfundible sonido de los disparos. Eso quiere decir que,
como mínimo, algunos de los nuestros están vivos.
–¿Tenemos que ir a salvarle el culo a tu novio?
–pregunta Neira,
acercándose a la salida del parapeto.
–No es mi novio, novense –bufo mientras me acerco
a ella y le doy un empujón para que baje.
Sin embargo, no parece en absoluto intimidada.
–Con lo encantadora que eres, me pregunto por qué
será.
No respondo a la provocación. La aparto con
brusquedad y empiezo a bajar por la ladera, viendo la luz naranja de las
explosiones derramarse sobre el cielo nocturno y mezclarse con el blanco
brillante de las estrellas. Es tan bonito que por un momento me pregunto si no
podría sencillamente quedarme aquí, contemplándolo.
Sacudo la cabeza. Las cosas bonitas no sirven de
nada. No debería importarme la seguridad de Zasha. No debería caerme bien Neira.
Al final todos me traicionarán, al final todos me apartarán de su lado cuando
dejen de necesitarme. Así son las cosas.