“Canta, oh musa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves—cumplíase la voluntad de Zeus—desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles.”
¡Hola a todos!
Sí, aún estoy viva. No sé si quedará alguien que siga leyendo blogs, pero en cualquier caso, os voy a hablar de la que se considera una de las obras fundacionales de la literatura occidental: la Ilíada. Lo voy a hacer un poco a mi manera; no sólo os hablaré de esta obra, de sus personajes y de su importancia, sino que también os recomendaré algunas lecturas más contemporáneas como forma de explorar en profundidad esta obra tan relevante para la cultura europea.
Pero, antes de entrar en materia,
me gustaría explicaros un poco el concepto de la intertextualidad. Este es un concepto muy importante cuando
tratamos de hacer cualquier tipo de análisis literario, sobre todo si
pretendemos ir más allá del “me ha gustado” o “no me ha gustado”.
La definición más simple de lo
que entendemos por “intertextualidad” es el modo en el que un texto se
relaciona con otros textos, generalmente dentro de una misma cultura. Los
textos pueden ser tanto orales como escritos. Todo conjunto de frases ordenadas, que tengan coherencia y cohesión y
que por lo tanto sirvan para expresar las ideas del emisor (ya sea por escrito
u oralmente) se consideran un texto. Siendo pedantes, podemos decir que los
textos son la unidad superior de organización del discurso. Una conversación
entre dos personas es un texto oral; un guión de cine, también. Una novela, un
enunciado de un ejercicio y un relato corto también son textos, en este caso
escritos. La clasificación posterior (novela, relato, película, podcast) es
solo una forma de ordenar estos textos orales y escritos, de tal modo que sean
más accesibles para los receptores cuando quieran disfrutar alguno de ellos.
Es decir; casi todo lo que
consumimos son textos. Estos textos se relacionan con su contexto de distintas
formas, normalmente haciendo referencia a hechos concretos, o a otros textos.
Esta relación que tienen unos textos con otros, ya sean contemporáneos o
anteriores, es lo que se entiende como intertextualidad.
Ya, dicho así suena un poco
complicado, pero es muy simple. Todas las palabras contienen otras palabras,
todos los textos contienen otros textos. Nada existe en total aislamiento, ya
que para ello sería necesario que tanto el emisor del texto como su receptor
estuvieran separados del resto del mundo, sin conocimiento de la cultura en la
que producen y reciben dichos textos. Cuando usas un meme, estás utilizando
ese fragmento de texto en un contexto muy específico. Sin la intertextualidad,
sin saber en qué contexto estamos usando ese “Sí soy”, esa unidad de discurso
no tendría ningún sentido. Para alguien que no conozca el origen y a qué hace
referencia tu meme, oír respecto a ese libro que tiene muy buena pinta “me lo
meto por el culo” solo resulta ligeramente perturbador.
En resumidas cuentas: todo
aquello que has leído se relaciona entre sí. Las historias que leemos se ven
reflejadas unas en otras, ya sea a través de mecanismos de la trama, arquetipos
de sus personajes o tropos que se repiten. La Eneida imita la Ilíada y la
Odisea, al ser un intento del romano Virgilio de dar a su gente un origen
mitológico a la altura del de los griegos. Y entonces, vemos que Beowulf tiene
la misma pretensión, pero en las Islas Británicas. Y de pronto llega un joven
profesor, traduce esa obra y encuentra en ella inspiración para escribir otra
gran historia, para hablar de la guerra y de las grandes virtudes de la
humanidad: y aquí estamos, hablando de El Señor de los Anillos. Un poema épico
sobre un danés del siglo V y sus gestas contra dragones y gigantes dando origen
a una de las obras más importantes del siglo XX.
Todos los textos se relacionan
entre sí, como veis, incluso a través del tiempo. Así pues, no es de extrañar
que la Ilíada y la Odisea sean dos de los textos más importantes para la
cultura occidental; al fin y al cabo, en muchos aspectos somos descendientes de
los griegos. La filosofía, matemáticas, astronomía, medicina… en la cultura
occidental, todo ello está muy vinculado a lo que nos legaron los griegos, sin
olvidar las inestimables aportaciones de la cultura árabe que quizá podamos
discutir otro día.
Pero a lo que vamos: la Ilíada y
la Odisea. ¿Por qué son tan relevantes?
“Decidme ahora, Musas que poseéis olímpicos palacios y como diosas lo presenciáis y conocéis todo, mientras que nosotros oímos tan sólo la fama y nada cierto sabemos…”
Antes de empezar a hablar de la Ilíada y la Odisea, vamos a dedicar un momento para hablar de Homero; y es que apenas nada se sabe de este poeta. Por no poder, no podemos siquiera afirmar que fuera una persona real; si bien en ocasiones se le ha situado en áreas de Asia Menor en torno al siglo VIII antes de Cristo, no tenemos pruebas de su existencia. Según Andrew Dalby, es imposible que Homero fuera el autor de la Ilíada y la Odisea.
En general, hay consenso respecto al hecho de que la
literatura europea tiene su origen en estos dos poemas que los griegos
atribuyeron a Homero. Sin embargo, aunque parecen compuestos en la costa
occidental del Asia Menor, su ascendencia más remota está en el continente
griego y se consideran europeos por su naturaleza y la importancia que han
tenido hasta el día de hoy. No solo fueron modelo para la literatura griega
posterior, sino también para la de Roma y en gran parte de la Europa medieval y
moderna.
Para los helenos, la Ilíada y la Odisea no sólo eran una forma de entretenimiento o una gran historia, sino algo mucho más importante: eran lo más cercano a la memoria del pueblo griego. Vuelve a la cita que has leído hace solo dos párrafos: "nosotros oímos tan solo la fama y nada cierto sabemos". Durante la Edad Oscura (XII-VIII a.C.). Durante este periodo, se abandonó el uso de la escritura en el Egeo, lo que implica que tenemos pocas fuentes históricas durante esos cuatrocientos años; y también implica que los griegos de la época tampoco tenían forma de conocer su historia. De ahí la importancia de estas dos obras, que aunque se compusieron en torno al siglo VIII a.C., dicen hablar de hechos del siglo XIII a.C. Es decir: le dan una historia a los helenos.
Aunque la Ilíada y la Odisea aparecen aislados y sin
predecesores, no debemos caer en el error de pensar que surgieron en la forma que los
conocemos. Estamos ante dos poemas orales que pasaron a ponerse con escrito con
el regreso de la escritura a Grecia después de un periodo de cuatrocientos
años, y durante este tiempo, sin duda se vieron modificados. Por lo tanto,
aunque la idea general es atribuir a la casi-legendaria figura de Homero la
autoría de estos dos poemas, probablemente su origen sea similar al de Beowulf,
el Cantar del Mío Cid, la Canción de Roland, el Gilgamesh y tantas otras épicas
de tradición oral.
Así pues, la Ilíada y la Odisea sirven como modelos para
gran parte de la tradición literaria europea posterior. Tropos como el viaje
del héroe, que es prácticamente la piedra angular de la Odisea: arquetipos como
el rey sabio, la sacerdotisa, la profetisa a la que nadie cree, la princesa…
todos ellos tienen su representación y reflejo en estos dos poemas, y por ello
conocerlos es muy interesante si tenemos un interés desarrollado en la
literatura occidental más allá del entretenimiento; o, incluso, si simplemente
sentimos curiosidad por saber de dónde vienen todos estos mecanismos narrativos
a los que tan acostumbrados estamos a día de hoy.
Sin embargo, leer estos dos poemas puede hacerse un tanto
“cuesta arriba”. No en vano son dos relatos épicos muy, muy antiguos, que
hablan de hombres, dioses y tradiciones que a día de hoy nos pueden resultar
ajenos. Por suerte, tenemos la oportunidad de leer estas historias de un modo
más cercano; de revisitarlas a través de las voces de autoras contemporáneas
que nos permitirán asomarnos a la gran épica griega de un modo mucho más
cercano.
“Canta, musa, dice, y el filo de su voz deja claro que no es un ruego. Si estuviera dispuesta acomplacer su deseo diría que pule el tono al pronunciar mi nombre, como el guerrero desliza la daga sobre la piedra de afilar, preparándose para la batalla de la mañana. Pero hoy no estoy de humor para ser musa. Tal vez no se le ha ocurrido ponerse en mi piel. Seguro que no; como todos los poetas, solo piensa en sí mismo. Aunque es sorprendente que no se haya planteado cuántos hombres más hay como él, reclamando todos los días mi atención y apoyo inquebrantables. ¿Cuánta poesía épica necesita realmente el mundo?”
Todos conocemos la historia de la guerra de Troya. Raro
es el niño europeo o americano que no ha oído hablar de Helena, de París o de
Aquiles. La guerra de Troya es uno de los mitos fundacionales de la cultura
europea, uno harto conocido y explotado hasta la saciedad.
La historia es simple: Helena de Esparta, hija de Zeus y
Leda, nacida de un huevo, que ya había sido secuestrada por el héroe Teseo
debido a su belleza cuando aún era una adolescente, ha de casarse. Junto con la
belleza de Helena viene la corona de Esparta, así que todos los hombres de la
Hélade en edad casadera acuden a la boda. Tindáreo, rey de Esparta y padrastro
de Helena, teme que se desate una guerra entre los pretendientes, así que por
consejo de Odiseo (o Ulises, como se le conoce también) hace jurar a todos los
presentes que acudirán en defensa de aquel que se case con Helena si esta es
secuestrada o seducida por otro hombre. Todos aceptan y es Menelao, hermano de
Agamenón, quien se casa con ella. Los dos tienen una hija, Hermione.
En principio, hay paz en la Hélade tras el matrimonio de
Helena. Pero Afrodita le promete a Paris, príncipe de Troya, el amor de la
muchacha a cambio de que la elija como la diosa más bella. Paris, que ya está
casado y tiene un hijo, secuestra a Helena y se inicia el sitio de Troya.
No os voy a contar mucho más de la trama desde aquí: si
conocéis la historia, sería repetirme. Y si no la conocéis, sería hacer spoilers. Aunque sea una historia de la
Edad del Bronce y podamos decir que ha pasado el tiempo suficiente… los spoilers nunca son plato de buen gusto.
Los dos grandes acontecimientos
narrados en esta historia los desencadenan dos peleas por dos mujeres: uno es
el secuestro de Helena, la cara que hizo zarpar mil barcos. El otro, el conflicto
en torno a Briseida – que ya descubriréis si os leéis la Ilíada y la Odisea o
alguno de los libros que os voy a recomendar ahora.
Sin embargo, las mujeres apenas
están presentes en estos poemas. A Helena se la menciona solo seis veces en la
Ilíada; la mujer que hizo zarpar mil barcos, la más bella entre los griegos, el
origen de la guerra… apenas aparece mencionada en la historia a la que dio
origen. Al fin y al cabo, las historias siempre están contadas desde el punto
de vista de los vencedores: y las mujeres, no importa en qué bando estén,
siempre salen perdiendo.
Pero hay muchas mujeres
en la Iliada y la Odisea, y todas juegan un papel fundamental, si bien la
atención nunca se pone sobre ellas. Helena es el origen de toda la guerra:
nacida de una violación, secuestrada ya de niña por su belleza, casada sin
tener nada que decir en su boda, secuestrada y origen de otra guerra. Ha sido
presentada como una mujer superficial, débil, culpable de la guerra: pero en
algunas versiones de la historia, Helena es secuestrada contra su voluntad.
Afrodita le prometió a Paris entregarle a Helena, pero no puede hacer que le
ame.
Hécuba, la reina de Troya, culpa
a Helena de todo. Es una anciana a la que apenas se ha prestado atención entre
las audiencias modernas y que, sin embargo, resulta muy interesante para la
época, ya que su modo de actuar es extremadamente poco común para lo que se
esperaba de las griegas. No os digo más; pero os aseguro que es una mujer muy
interesante.
Pentesilea, la reina de las
amazonas, es otro de esos personajes femeninos fascinantes a los que se ha
prestado poca atención; al igual que a Enone, ninfa y primera esposa de Paris.
Laodamia también tiene una historia interesante, aunque trágica y muy triste.
Penélope, Casandra y Briseida son más conocidas, aunque tampoco tienen voz en
los poemas originales. Y las diosas Afrodita, Hera, Atenea, Tetis y Eris son
meros arquetipos que, con un poco de desarrollo, podrían resultar
extremadamente interesantes. Y lo resultan, claro.
En “Las Mil Naves”, Natalie
Haynes nos habla de todas estas mujeres. En 2017 esta autora ya se había
lanzado a escribir sobre la antigua Grecia con su novela “Los Hijos de
Yocasta”, que también recomiendo muchísimo. En esta nueva novela, Haynes quiere
mostrar que la guerra de Troya “es una guerra de mujeres, tanto como de
hombres”, y llamar la atención sobre “el dolor de las mujeres que siempre han
sido relegadas a los márgenes de la historia, víctimas de los hombres,
supervivientes de los hombres, esclavas de los hombres”.
Es Calíope quien nos cuenta la
historia. La musa de la poesía épica no está muy por la labor de hacerlo, pero
responde al “Canta, oh musa” de Homero y empieza a relatar la historia: no como
una historia lineal, sino como escenas de la vida de las mujeres atrapadas en
ese conflicto de hombres, dando voz a todas aquellas (“las olvidadas, las
ignoradas”) que nunca pudieron hablar.
Haynes va más allá de la historia que nos cuenta
Homero: ella no se queda en la guerra, sino que acude al “después”. ¿Qué fue de
todas las esclavas, tras años de guerra? ¿Cómo s
Como ella misma nos recuerda
secamente, “han esperado demasiado su turno”. Pero también le interesa el
negocio de cómo se ensamblan las narrativas. Su narrador principal es Calíope,
musa de la poesía épica. Ella responde a la famosa invocación de Homero:
“Canta, usa, dice, y el filo de su voz deja claro que esto no es una petición”,
llevándolo en un viaje en zigzag. Lo que tenemos no es una historia única y
lineal, sino una serie de historias, a medida que las voces hasta ahora
apagadas –“los olvidados, los ignorados”– empiezan a hablar.
Haynes nos deja claro que, en una
guerra, luchar y matar no es lo único heroico. A veces, simplemente sobrevivir
es una forma de heroísmo. Aquí aparece Enone, la ninfa que se casó con Paris y
a la que este abandonó con el bebé de ambos cuando marchó a secuestrar a
Helena. Calíope está dispuesta a plantar cara al poeta con tal de contar la
historia de la ninfa:
“¿Es menos héroe Enone que Menelao? Él pierde a su esposa y reúne un ejército para traerla de vuelta, lo que cuesta innumerables vidas y deja innumerables viudas, huérfanos y esclavos. Enone pierde a su marido y cría a su hijo. ¿Cuál de esos actos es más heroico?”
Personalmente, creo que mi
personaje favorito en esta historia ha sido Penélope. No la conocemos sino a
través de sus cartas a su marido, Odiseo, que está perdido en el mar; pero esas
cartas son una maravilla. Si el rey de Ítaca es inteligente, su esposa lo es
más: pero además cuenta con una lengua afilada y sarcástica, con la que no duda
en lanzarle todo tipo de pullas que hacen de sus cartas una delicia, y algo
bastante divertido de leer.
“Las Mil Naves” es una obra
excelente a muchísimos niveles. Es trágica, profunda, está tremendamente bien
escrita y, pese a que todos conocemos ya la trama, Haynes se las apaña para
darle una vuelta de tuerca a todos sus entresijos. Al dolor de la joven
Laodamia y al valor de Pentesilea, al sufrimiento de Helena, a la astucia de
Penélope. Todo esto salpicado por un feminismo claro y sin ambages: la
intención de la autora aparece en boca de Calíope en el capítulo final de la
historia.
“He tomado las viejas historias y las he sacudido hasta poner a la vista a las mujeres en la sombra. Las he homenajeado en mi canto, porque ya han esperado bastante. […] Han estado esperando a que se cuente su historia y yo no las haré esperar más. […] Canta, musa, dijo él. Bueno, me has oído, ¿no? He cantado.”
La obra de Haynes es una forma
excelente de acercarse a la historia de la guerra de Troya y ventilársela en un
solo libro. Sin embargo, si os quedáis con ganas de más, tengo una trilogía que
recomendaros: pero sed sensatos y no os la leáis inmediatamente después de leer
“Las Mil Naves”, porque acabaréis como yo, tarumbas perdidos. Al ser los mismos
personajes pero re-interpretados por otra persona, sus personalidades y
acciones son distintas y acaba por ser muy confuso.
En cualquier caso, vamos a hablar
de Pat Barker y su trilogía sobre las mujeres de Troya. Os aviso desde ya que
el tercer libro aún no está publicado, aunque al ser un retelling no se me hace excesivamente larga la espera porque,
bueno, ya sé cómo acaba la historia de esta guerra.
En “El Silencio de las Mujeres”,
la protagonista del relato es Briseida. Briseida es una sacerdotisa que fue
entregada a Aquiles como botín de guerra y que, al igual que Helena, es un
catalizador de muchas cosas que suceden en esta historia y que, al igual que
Helena, no tiene ni voz ni voto en lo que sucede con ella. Mientras que “Las
Mil Naves” es una historia más coral, Barker sigue a Briseida desde el momento
en que tiene lugar la caída de la ciudad de Lirneso (una ciudad troyana cercana
a la capital) a través de los distintos eventos que tienen lugar en la guerra.
Es un relato algo más lento que
el anterior: Barker no nos engancha del modo que lo hace Haynes, pero a cambio
desarrolla los hechos y personajes con mucha más profundidad. Haynes es una
autora más visceral, que se encarga más de abrir heridas y dejar que seamos
conscientes del daño que producen las guerras: Barker desarrolla más los
complejos mecanismos emocionales por los que han de pasar los supervivientes de
una guerra.
“Tecmesa, el premio de Áyax, venía a aquellos encuentros, aunque menos que el resto. […] Áyax mató a su padre y a sus hermanos, y, esa misma noche, la violó. Aún así, había llegado a amarlo, o eso decía ella. Yo no acababa de creérmelo. O quizá fuera, lo reconozco, que no quería creerlo. Vi una amenaza en lo bien que se había adaptado esa mujer a la vida en el campamento, y una vergüenza también.”
Ambos libros son obras maravillosas, muy
interesantes para leer desde una perspectiva feminista, sin importar el género
del lector. Incluso si no tienes ese enfoque, recomiendo muchísimo ambos libros,
como forma de acercarse tanto a la historia de la Ilíada como a un punto de
vista feminista de la narrativa. También las recomiendo simplemente como forma
de disfrutar de una buena historia, una de esas que se siguen contando a través
de los milenios porque, no nos engañemos: las grandes historias enganchan.
Por último, me gustaría
recomendaros dos libros más. No voy a analizarlos en profundidad, ya que son
archiconocidos, pero por si alguien no ha oído hablar de ellos, me gustaría
recomendaros que leáis a Madeleine Miller. Tanto “Circe” como “La Canción de
Aquiles” son dos obras excelentes para acercarse a la épica griega, ambas
relacionadas con la guerra de Troya – la segunda algo más que la primera.
Y eso sería todo por hoy. Espero
que os guste este nuevo contenido, y que me deis apoyo de la forma que mejor os
venga – seguro que ya habéis oído la cantinela de comenta,
suscríbete, comparte en redes, etc., así que no os voy a dar más la turra.
¡Nos leemos pronto!
Bibliografía
Fuentes Primarias:Barker, P. (2018) El Silencio de las Mujeres. Siruela.
Haynes, N. (2019) Las Mil Naves. Salamandra.
Alfaro, M. J. M. (1996). Intertextuality: Origins and development of the concept. Atlantis, 268-285.
Bowra, C. M. (2022). Homero (Vol. 25). RBA Libros y Publicaciones.
Lattimore, R. (Ed.). (1962). The Iliad of Homer. CUP Archive.
Marqués, J. M. P. (2020). Libro: El silencio de las mujeres, de Pat Barker. Journal of Feminist, Gender and Women Studies, (9), 55-56.
Mueller, M. (2013). The Iliad. A&C Black.
Schein, S. L. (1984). The mortal hero: an introduction to Homer's Iliad. Univ of California Press.